¡Hola Maxi!
El tema de las grietas es realmente interesante. Lo primero que nos gustaría decir es que tendríamos que acostumbrarnos a pensar que el suelo es susceptible de poder moverse en cualquier momento a lo largo del tiempo. ¡Que nadie se asuste! No estamos hablando ni de arenas movedizas, ni de terremotos considerables. Estamos hablando de que cuando aplicamos cargas mínimamente importantes en el terreno, es normal que éste experimente asientos aunque sean imperceptibles, hablando incluso de milímetros. Estos asientos no solamente son normales en la construcción, sino que si están debidamente controlados, no tienen porque causar daños, grietas, o patologías importantes. Para que todo el mundo lo pueda entender, podríamos pensar en un barco (exagerando mucho la realidad, claro): éste, concebido como un todo, puede ascender o descender siguiendo un movimiento vertical según el comportamiento del oleaje o las mareas, sin que presente daños estructurales. Y no presenta daños porque se ha movido solidariamente todo el conjunto de la embarcación. Si un edificio se mueve verticalmente debido a asientos, no tiene porque presentar ningún tipo de signos tales como grietas, si lo ha hecho todo su conjunto. Pero, ¿qué pasaría si existieran zonas que experimentan asientos, y otras zonas que no? Los asientos o movimientos diferenciales son aquellos que surgen cuando dos puntos de la construcción no se mueven de idéntica manera. Y son estos movimientos o asientos los que pueden ser más dañinos para los edificios.
Os preguntaréis porque hemos explicado todo este rollo, pero es importante para entender el dilema o problema que plantea Maxi.
El problema, según nuestro criterio, y después de haber estudiado los planos proporcionados, residiría en los posibles asientos o movimientos diferenciales que se podrían generar entre la nueva construcción y el edificio existente. Es natural que cada edificio estructuralmente independiente se comporte como un barco diferente siguiendo el símil planteado. Aunque parezca que sea el mismo edificio, podríamos decir que estructuralmente se comporta más bien como dos edificios adyacentes, como dos barcos también muy juntos que cuando se mueve el agua, experimentan movimientos diferenciales entre sí. Hacer solidarias las dos construcciones, puede llegar a ser difícil. Desconocemos el sistema constructivo y estructural de la edificación existente, y sobre todo, sus cimientos, el estudio geotécnico del terreno, y el contexto general de ubicación de la construcción, datos que nos podrían ayudar si quisiéramos enfocar el problema en hacer que las dos estructuras se comporten lo más solidariamente posible.
Nuestra intuición y experiencia nos dice que si algún día existen movimientos diferenciales entre la vieja y la nueva construcción, muy probablemente acabarán apareciendo grietas en las zonas más débiles, dónde las tensiones suelen ser máximas. Y en este caso es probable que la unión entre la vieja y la nueva edificación acabe siendo una de las zonas débiles del nuevo conjunto edificatorio.
La decisión de concebir una junta de movimiento o no, pasa a ser cuestión de preferencias. Sin duda alguna, asumiendo la ejecución de la junta, se podría decir que nosotros controlamos por donde puede moverse el edificio. Si no nos gusta ver la junta, podemos intentar solidarizar estructuralmente todo lo que podamos las dos construcciones, empezando por los cimientos, aunque sea difícil conseguirlo totalmente según nuestro criterio.
Yo, sin duda, preferiría controlar la junta antes de que me apareciera la grieta (aunque cabe perfectamente la posibilidad de que no aparezca nunca tal grieta). Pero es sencillamente una opinión personal y, como ya hemos comentado, la decisión final será cuestión del criterio de los técnicos que han ideado el proyecto, que sin duda tienen muchos más datos de los que nosotros podemos disponer, y pueden sustentar sus decisiones sobre firmes conocimientos de la realidad del proyecto.
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